lunes, 3 de noviembre de 2008
Don't worry, be happy.
Demasiados dias sin escribir para contar de una tacada todo que vi y conoci en las dos ultimas semanas. Por donde empiezo?... Para ponermelo facil empezare y acabare por el principio: Katmandu
Pues si, nueve dias mas en Katmandu, en total: 17. Misma calle, mismo hotel y misma habitacion pero, esta vez..., estaba alojado en la primera planta en lugar de la segunda. Tantos dias en la capital me dieron la oportunidad de sentirla, conecerla y ver todo aquello que tenia senyalado. Lo mas interesante en esta ocasion fue visitar la ciudad newar de Bhaktapur (ciudad del arroz) donde artesanos, templos y cultivos conviven en perfecta armonia...
... y. sin duda, el templo hindu de Pashupatinath dedicado a Shiva y a orillas del sagrado Bagmati. Aunque sigo sin entender como en las partes mas majestuosas del templo solo esta permitida la entrada a hindus y, sin embargo, las mas de cincuenta cremaciones diarias son un "show" publico para curiosos y extranjeros.
Me contaron que a una banda del puente se queman a los ricos y en la otra lo hacen con los pobres. Entre dos y tres horas y un buen punyado de lenya hacen falta para convertir un cuerpo en cenizas. A pocos metros de las humeantes hogueras los familiares se rapan el pelo. Algo mas lejos los ninyos se daban un chapuzon como si nada, repito, nada fuera con ellos.
Pero si algo me regalo Katmandu esta vez fue conocer y poder compartir parte del dia con muchas personas. Recuerdo a los gallegos de Ferrol, a los entranyables Lluis y Pau, a Carolina y Hector, los dias con Diane pasando por delante de la "dolce vita" y el reencuentro con Xarles que venia acompanyado de mas catalanes (estem a tot arreu).
Hace ya mes y medio que llegue con la mochila medio llena, sin conocer su ritmo y coincidiendo con un punto y aparte. Pise Katmandu de madrugada, con tormenta, un apagon y el Dasain Festival. Ahora ya conoci su latido y me llevo la mochila bien llena, la rodilla izquierda maltrecha y con el Festival de Tihar adornando de flores las puertas para recibir durante la noche a Lakshmi, la diosa de la riqueza. Despedirme de ella supone, esta vez, un punto y seguido.
Echare en falta los "cream donuts" y el "cha" de rigor de cada manyana junto a varios taxistas, sus miles de vendedores ambulantes, los deliciosos lassis de la minuscula tienda cercana al santuario de Ganesh y haberme sentido como en casa... sin estarlo.
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